Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor.
1 Samuel 1:28.
Lectura: 1 Samuel
1:1-28. Versículo del día: 1 Samuel
1:28.
MEDITACIÓN DIARIA
Ana era la esposa de
Elcaná un hombre de la tribu de Efraín. Tenía dos esposas: Ana y Penina; Penina
tenía hijos pero Ana era estéril y por esto era atormentada por Penina cuando
iban al Tabernáculo cada año a rendirle culto al Señor y Ana terminaba llorando
(vv. 1-6). Una vez Ana se quedó orando y clamándole al Señor por un hijo,
“Entonces hizo este voto: Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de
esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un
hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el
cabello” (v. 11). El Señor se acordó de la súplica y le concedió el hijo. Ella
le puso por nombre Samuel y cuando dejó de amamantarlo lo llevó al tabernáculo
en Siló para cumplirle al Señor su promesa (vv. 24-28). Una lectura que nos
deja por un lado la promesa de Jeremías 33:3: “Clama a mí y te responderé”;
donde se nos muestra la fidelidad del Señor y la confianza y esperanza de Ana.
También es de admirar
la decisión y premura de Ana en cumplir su voto al Señor. Esto es muy relevante
porque muchas veces los padres en general, pero especialmente las madres somos
dadas a creer que los hijos son nuestros sin tener en cuenta que solamente son
prestados por Dios. Somos más bien, administradores de ellos aquí en la tierra
y precisamente tenemos que dar cuenta sobre esa administración que les
suministramos. Entregarle un hijo al Señor implica inclusive su vida misma.
Vale la pena preguntarnos si el Señor nos pidiera que se los devolviéramos
¿estaríamos dispuestos a afirmar como Ana? Esto me recuerda una madre
desconsolada cuando su hijo joven murió a causa de un accidente y al enterrarlo
en medio del llanto, sus palabras fueron más o menos así: ‘Me lo prestaste por
un tiempo y yo te lo devuelvo’. No debió ser nada fácil para Ana esta promesa
pero también ella le demostró al Señor su fidelidad y su entereza al entregarlo
para Él.
Amado Señor: Gracias
por los hijos que nos has dado en préstamo y por la gran responsabilidad que
tenemos de criarlos y levantarlos en el temor tuyo. Gracias por sus vidas.
Enséñanos a través de este devocional a ser leales Contigo y cumplirte siempre
lo prometido, así nos duela.
Un abrazo y
bendiciones.