El Señor abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos.Deuteronomio 28:12.
Lectura diaria: Deuteronomio
28:1-14. Versículo principal:
Deuteronomio 28:12
REFLEXIÓN
Dios tiene grandes promesas para
sus hijos, solamente hay una condición para que se cumplan: ser obedientes. “Si
obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te
acompañarán siempre” (v.2). Las
bendiciones de Dios perennemente nos están rodeando aunque creamos lo
contrario; simplemente tenemos que tener un corazón dispuesto a obedecerle y a
creerle. A su debido tiempo empezarán a
llover sobre nuestras vidas de manera asombrosa porque así nos lo ha prometido:
“El Señor bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos” (v. 8).
Dios, como nuestro Padre
celestial que es, desea lo mejor para nosotros; quiere que vayamos por el
camino recto, sin desviarnos ni a derecha ni a izquierda (Proverbios 4:26-27). El motivo de enviar a su debido tiempo a su
Hijo Jesucristo fue precisamente para que viniera a proveernos de una vida
completa, abundante y con un propósito definido “Yo he venido para que tengan
vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b).
Innegablemente dentro de esa vida abundante tiene que estar la bendición
del trabajo; el fruto que florece de este es el que nos va a permitir prosperar
y tener sosiego.
El cúmulo de sus promesas están
ahí: “El Señor tu Dios te bendecirá como lo ha prometido, y tú podrás darle
prestado a muchas naciones, pero no tendrás que pedir prestado a ninguna”
(Deuteronomio 15:6); “Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos” (3 Juan
2) porque todo el que se deleita en su ley “Es como el árbol plantado a la
orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se
marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!”
(Salmo 1:3).
Dios bendijo a Abraham con esta
promesa: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre,
y serás una bendición. Bendeciré a los
que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán
bendecidas todas las familias de la tierra!” (Génesis 12:2-3); luego cuando el
Señor vino a rescatarnos está escrito lo siguiente: “Y si ustedes pertenecen a
Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” (Gálatas
3:29).
Todas las lindas promesas de Dios
nuestro Padre están regadas a lo largo de su Palabra. Por eso gocémonos y alegrémonos sabiendo que
el fruto del trabajo nos traerá dicha y prosperidad (Salmo 128:1-4). El trabajo nunca será maldición; es la bendición
dejada al hombre para que pueda llevar una vida sin atafagos al lado de su
familia y también para que se acuerde que todo proviene de la mano de Dios y
que hay que devolverle a Él parte de ese fruto y compartir con los demás porque
“Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará”; “Y Dios
puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda
circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes”
(2 Corintios 9: 6 y 8).
Amado Señor: Gracias porque la
promesa de bendecir el trabajo es una realidad.
Gracias por estar pendiente de nosotros cuidándonos y resguardándonos de
todo mal. Enséñanos a ser siempre
obedientes a ti para no entorpecer tus promesas.
Un abrazo y bendiciones.