Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones, y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.2 Corintios 12:10.
Lectura diaria: 2 Corintios
12:1-10. Versículo principal: 2
Corintios 12:10.
REFLEXIÓN
Gracias a Dios tenemos al Señor
en nuestras vidas. Por amor a Cristo o
mejor, diría yo, por el amor de Cristo podemos sobrellevar el peso de las
aflicciones que llegan de una u otra manera.
Personalmente siempre he dicho que si no fuera por mi Señor estaría
muerta o loca, porque a veces ni siquiera como cristianos entendemos las
dificultades que se nos presentan. “Es
cierto que fue crucificado en debilidad, pero ahora vive por el poder de
Dios. De igual manera, nosotros
participamos de la debilidad, pero por el poder de Dios viviremos con Cristo”
(2 Corintios 13:4). Solo el Señor nos da
la capacidad de hacerle frente a estas situaciones y en verdad, cuando nos
consideramos débiles, sin fuerza, con ganas de tirar la toalla, viene como una
ráfaga de valentía que honestamente en mi caso, estoy segura, proviene de Dios. Su Santo Espíritu empieza a funcionar y
entonces, sobrenaturalmente somos llenos de su poder, valor y fuerza para
continuar: “en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó” (Romanos 8:37).
Al final de cuentas ninguna de
estas cosas nos va a alejar del amor que el Señor nos tiene: Ni tribulación,
angustia, hambre, indigencia o peligro alguno. Ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni lo pasado o por venir; nada absolutamente nada nos separará de su
amor (Romanos 8:35, 38-39); y esto se convierte en la añorada esperanza por
la cual logramos ver lo de este mundo como pasajero. Simplemente cuando entendemos que no estamos
aquí sino de paso; que somos peregrinos rondando de un lado para otro hasta que
nos llegue el tiempo de encontrarnos con nuestro Amado y verlo cara a cara
sabiendo que esa gloria futura no terminará jamás. Allí ya no sabremos de dolor ni llanto y si
llegásemos a hacerlo el Señor mismo enjugará cualquier lágrima de brote
(Apocalipsis 21:4). Con esa bendita
esperanza sobrevivimos enfrentando las adversidades.
Mi Señor: Gracias porque desde
aquí siento tu presencia y cuando ya mi corazón no aguanta más el peso de mis
lágrimas, vienes hacia mi con tu infinito amor y ternura para llenarme de tu
gozo y valentía.
Un abrazo y bendiciones.
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