La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre.
Proverbios 29:15. NVI.
Lectura:
Proverbios 29:1-27. Versículo del día:
Proverbios 29:15.
MEDITACIÓN
DIARIA
Cada día es
más difícil criar los niños y levantarlos por buen camino. Infortunadamente se
han sacado de las escuelas y colegios materias como la educación religiosa, la
urbanidad y el civismo. Todo esto sumado a que ahora se le da más libertad a
los niños y jóvenes donde los mismos gobiernos se encargan de inculcarles un
libertinaje sin que cuente para ellos los padres o maestros. Ellos ahora en
todo tienen la razón y sus benefactores están marginados porque la ley los
ampara. ¡Qué tristeza!
Dios dice
todo lo contrario: hay que impartir disciplina y si es necesario con vara, hay
que dar vara. Pero fijémonos que la Biblia nos enseña a disciplinar con amor;
no con ira ni por deseos de venganza. Al niño se le debe hablar y decirle el
motivo de su castigo sin rabias ni gritos; así ellos entenderán que el amor
conlleva disciplina y poco a poco comprenderán que es por su bien. Por eso hay
que usar una varita desde cuando empiezan a desobedecer, a rebelarse o a hacer
pataletas. Recordemos que por más niño que sea, nace con el ego engendrado en
su naturaleza pecaminosa. Hay que corregir al hijo porque si no lo hacemos en
toda parte a donde vayamos nos hará quedar muy mal. “Disciplina a tu hijo, y te
traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones” (v. 17).
La verdad
es que es un mandato del Señor y no obedecerlo es pecado; Dios sabe por qué nos
lo ordena de esta manera. Así que tenemos que poner por encima las leyes de
Dios antes que las del mundo: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando
fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6 RVR 1960).
Amado
Señor: gracias por tu Palabra que lleva hacia toda verdad. Te rogamos por
padres amantes de sus hijos, deseando disciplinarlos con el amor y la dirección
que Tú ordenas. La Palabra dice que Tú como buen Padre corriges a los que amas;
así, de igual manera debe corregir un padre a su hijo querido. ¡Bendito eres
buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones.