No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en *tentación de Satanás, por falta de dominio propio”.1ª. Corintios 7:5.
Lectura diaria: 1ª. Corintios 7:1-16. Versículo del día: 1ª. Corintios 7:5.
ENSEÑANZA
Respecto al matrimonio, el Señor nos da una orden a través del apóstol Pablo: No negarse el uno al otro; “El hombre debe cumplir su deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo” (v. 3). Tanto el hombre como la mujer ya no tienen potestad sobre su mismo cuerpo, pues cada uno de éstos le pertenece al cónyuge; por consiguiente no existe motivo alguno para negarse. En el único caso que se puede hacer una excepción, es cuando de común acuerdo resuelven estar en oración, quizá en un ayuno. Sin embargo, Pablo nos insta a no ser largo ese periodo, precisamente para no darle cabida a Satanás y él nos tiente por falta de dominio. Este tema es muy importante dentro del matrimonio; muchas veces las mujeres se quejan de infidelidad y adulterio por parte del esposo, pero no tienen en cuenta su proceder ante las relaciones sexuales. Ahí sí como dice el dicho: “Ni raja, ni presta el hacha”. La mujer sabia debe entender lo que encierra Proverbios 31:12: “Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida” y en Proverbios 5:18 dice: “¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! En mi concepto, nosotras somos su fuente y si no queremos hacerle mal ni ponerle zancadillas al pecado, nuestra obligación es prodigarle al esposo toda la ternura y el amor que Dios ha dispuesto en la mujer para el bien del hombre. Tampoco podemos dejar por fuera de este concepto al hombre, él debe saber muy bien que la mujer por su misma esencia, necesita también su amor y comprensión. La mujer como vaso frágil, está ávida de ternura y cariño. Necesita que la llenen de palabras amorosas y le hagan sentir su protección y afecto aún sin tener que llegar a las relaciones íntimas. Es decir, ella sí necesita por naturaleza practicar el sexo con su esposo, más su misma concepción, la hace demasiado vulnerable a las palabras. Estas diferencias se dan precisamente porque no somos iguales, el hombre es objetivo, va más a la acción mientras la mujer se canaliza fácilmente con palabras suaves y dulces. En conclusión, lo que Dios desea de toda pareja, hombre y mujer, es que se comprendan, entiendan y respeten en el área sexual y es lo que todo buen matrimonio debe poner en práctica. Deseo para todas las parejas que están leyendo este devocional que tanto para el uno como para el otro: su amor, los cautive todo el tiempo.
Un abrazo y bendiciones.