Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros.
Gálatas 5:25-26.
El Espíritu Santo se manifiesta como persona porque posee voluntad, intelecto y sentimientos. No llegó de la noche a la mañana, Él participó en la creación del mundo. Además, la revelación bíblica es obra del Espíritu Santo. Fue Él quien inspiró a los autores humanos para que escribiesen lo correcto y es Él también quién da el discernimiento e ilumina a los que leen las Escrituras, para que la comunicación con Dios sea completa.
Fue el prometido Consolador dejado por el Señor Jesucristo, para que no estuviésemos solos después de su partida al cielo. El Espíritu Santo actúa en la vida del creyente regenerándolo; bautizándolo en el cuerpo de Cristo; morando en cada uno y sellándolo. Él enseña, guía y redarguye de pecado. De igual manera intercede por el creyente con gemidos indecibles en la oración; les hace fructificar; les reparte sus dones y les llena. Toda su plenitud, está disponible para el cristiano y se puede recurrir a ella cuántas veces lo considere necesario.
Indudablemente es el Espíritu quien nos da vida. Es el motor de nuestra vida cristiana, debemos buscarle y obedecer el mandato de ser llenos de su presencia. Jesús sabía que solos no llegaríamos a ninguna parte y fue a través de Él que los primeros cristianos revolucionaron el mundo. Entonces, dejemos germinar la semilla de su Espíritu en nosotros.
Bien relata un devocional de mi Biblia acerca de una señora quien tuvo un sueño, donde Dios hacía de tendero y ella le pedía paz, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de temor. Dios le respondió que no vendía frutos sino semillas. Esto es muy cierto. Si no tenemos la semilla del Espíritu Santo sembrada en nuestro corazón, nunca obtendremos frutos.
¡Manos a la obra! Empecemos orándole al Señor, pidiéndole la llenura de su Espíritu.
Precioso Espíritu Santo: Te pido que llenes completamente mi vida de tu plenitud. Guíame hacia toda verdad; siembra en mí corazón la semilla de tu Espíritu; permite que la cosecha sea abundante y ese fruto sirva para testificar y alcanzar a otros, llevándolos a los píes del Redentor. Te lo pido en el nombre de Jesús y con tu santo poder, amén.
Un abrazo y bendiciones.
Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia