Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne.
Ezequiel 36:26.
Es tan grande la misericordia de Dios que así no la merezcamos, Él actuará de tal forma que se renueve completamente nuestro corazón. La Biblia nos dice que sobre toda cosa guardada, guardemos nuestro corazón porque de él mana la vida y del corazón es que sale lo bueno y lo malo. Por eso un corazón entenebrecido, apagado, oscuro y nublado, es un corazón que ya nada lo conmueve ni lo levanta; se convierte entonces en una piedra y una piedra es muy difícil de partir, de digerir, de moldear. El Señor con su amor que sobrepasa todo entendimiento dice que quitará el de piedra y pondrá uno de carne. Un corazón de carne, es uno que siente, que se entristece con la adversidad pero se goza con la victoria. El corazón de carne se conduele ante el dolor ajeno, sufre y llora en especial por su prójimo.
Mirando desde este ángulo nuestro país, nuestra sociedad, debemos preguntarnos ¿qué corazón tenemos? Si ya se llegó a una sociedad donde los valores no tienen ningún significado, donde a lo bueno, se le llama malo y a lo malo bueno ¿qué podemos esperar como nación? Si el hombre ya mata por matar sin importarle para nada la vida de otro ser, y si hasta a una madre no le tiembla la mano para meter a su bebito, ¡a su propio hijito! en una bolsa y lanzarlo por un abismo como si se tratara de basura, entonces ¿qué esperamos? Lo único que me reconforta ante tanto hecho macabro cometido por unos y otros, es el saber que donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia y que al que más se le perdona, más se le ama.
Bueno, este puede ser nuestro aliciente, pero únicamente con éste no podemos seguir. Tenemos que movernos, levantarnos y hablar. Proclamar el nombre del Señor para que sea Él quien toque corazones de piedra y los transforme en corazones de carne que se entristezcan con el pecado y puedan alcanzar la salvación (2ª. Corintios 7:10). Nosotros tenemos que ser parte de la solución y no seguir siendo parte del problema.
Dice más adelante Pablo en 2ª. Corintios 7, que esa tristeza que proviene de Dios, produce empeño, afán por disculparse, indignación, temor, anhelo, preocupación y disposición para ver que se haga justicia (verso 11). Esto será lo que resultará cuando seamos capaces de decirle a otro: “¡Dios te ama y quiere cambiar tu corazón de piedra por uno de carne!”.
Un abrazo y bendiciones.
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