Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús.
Gálatas 2:16.
Somos salvos por la fe en Jesucristo, por regalo de Dios, no por obras. Al reconocer la justificación de Dios, dice Pablo, estamos aceptando también que somos pecadores. El único que puede justificarnos es el Señor. Por consiguiente, el cielo estará lleno de pecadores, pero pecadores arrepentidos, lavados y justificados con la sangre del Cordero.
Esto quiere decir que desechamos el pecado y deseamos vivir para agradar a nuestro Dios. Ya no vivimos con el ego predominante de nuestra vida pasada porque nuestro vivir está en Cristo. Él reinará en nuestros corazones y con su Espíritu nos guiará a toda verdad. De lo contrario estaríamos echando por tierra el sacrificio de Jesucristo y rechazando la gracia de Dios.
En conclusión, la justificación depende de la gracia divina para evitar cualquier jactancia humana. Si la gracia de Dios es la fuente de la justificación, la fe es el medio por el cual Dios la imparte. Esta fe se describe como creer en Jesucristo y confesarlo con nuestra boca como Señor. La fe une al creyente con Cristo mediante el Espíritu Santo.
¿Deseas que Jesucristo te justifique con su sangre? Entonces, por fe, confiésalo y dile que reconoces lo hecho por ti.
Amado Jesús: Reconozco que soy pecador. Tenía el falso concepto de la justificación por las obras, pero hoy entiendo que solamente tu bendita sangre derramada por mí en la cruz puede justificarme. Acepto ese maravilloso regalo que me das y te recibo en mi vida como Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados, por la vida eterna que me ofreces y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.
Un abrazo y bendiciones.
Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia
No hay comentarios:
Publicar un comentario