Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien. Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine.
1ª. Corintios 6:12
El libre albedrío es el privilegio que Dios da a los hombres para decidir voluntariamente sobre sus acciones. Ante esto, debe actuar correctamente, sin dejarse llevar por ninguno de los dos extremos: ni libertinaje ni fanatismo. El proceder con cordura, dirige hacia la verdadera libertad en Cristo. El cristiano ha de usar su libertad con profunda responsabilidad, sabiendo que de todo acto bueno o malo, tiene que darle cuenta a Dios.
Muchas cosas nos están permitidas, pueden ser lícitas, pero no todas nos convienen. Por ejemplo, un muchacho cristiano puede perfectamente enamorarse de una niña muy bonita, muy inteligente pero no cristiana. Dios no se lo va a impedir, pero si llegaran a formalizar esa relación, tendrían problemas porque la Biblia nos enseña no unirnos en yugo desigual. Es difícil sostener un matrimonio donde el uno lee la palabra y el otro no. O simplemente empiezan las discusiones porque uno de los dos quiso congregarse y al otro le parece muy cursi, etc. etc. Podemos analizar entonces, que lo puede hacer, pero por su bienestar y tranquilidad no le conviene.
El anterior ejemplo es tan solo una muestra. Hay innumerables situaciones en las que nos toca poner a funcionar nuestro dominio propio y con la ayuda del Espíritu Santo, tomar sabiamente las decisiones. Y no solamente pensando en nosotros, también debemos evitar que esa libertad se convierta en “tropezadero” para los débiles en la fe.
El cristiano auténtico, debe llevar una vida basada en los principios bíblicos; utilizar con moderación los bienes materiales, de manera especial la comida, la bebida y teniendo un dominio absoluto en el área sexual. El desenfreno en cualquiera de las situaciones, conlleva a un libertinaje.
El Señor Jesucristo proporciona al cristiano redimido una perspectiva auténticamente libre. “Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres”. Juan 8:36. Utilicemos esa libertad, de tal manera, que no tengamos que avergonzarnos delante del Señor actuando no solamente en pro nuestro sino también buscando el bienestar del prójimo donde podamos canalizar nuestra compasión y amor por los demás.
Pidamos la llenura del Espíritu Santo para que todo su fruto nos envuelva y el dominio propio se convierta en nuestro gran aliado personal.
Un abrazo y bendiciones.
2 comentarios:
Muchas gracias por compartir este devocional. Dios te siga bendiciendo mucho mas!
Gracias por tus buenos deseos; también para tí, grandes bendiciones.
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