Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.2 Corintios 1:3-4.
Lectura: 2 Corintios
1:1-24. Versículos del día: 2 Corintios 1:3-4.
MEDITACIÓN DIARIA
Nuestro Padre Celestial
es compasivo con nosotros. Está al tanto
de lo que nos pasa y como buen Padre no duda en abrirnos sus brazos cada vez
que lo necesitamos. El mismo Señor Jesucristo y el Padre eterno nos darán
consuelo eterno para animarnos y fortalecernos de tal manera que tanto de
palabra como de obra hagamos lo que es bueno (2 Tesalonicenses 2:16-17).
Esto lo manifiesta Dios
y lo hace con los suyos, porque sabe que también tenemos que servir de consuelo
a otros. No todos gozan de este privilegio; somos nosotros, los hijos de Dios,
que por sus infinitas misericordias nos consuela en todas las
tribulaciones porque Él es Dios de toda consolación. Miremos que no dice en ‘algunas’, es en ‘todas’
y todas es todas; así que ninguno de nuestros sufrimientos se le escapan a
nuestro buen Dios. Considero que entre
más fuerte sea la aflicción, más estará el Señor allí acompañándonos y su Santo
Espíritu Consolador, nos dará la entereza para resistir y seguir adelante. “Nos
vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios
4:8-9). Esta es la gran diferencia con
los del mundo; pero precisamente para eso es que tenemos que afrontar el reto:
para ir a consolar especialmente a los de afuera; a los que no tienen a Dios
como Padre, a los que no conocen el poder de su Hijo Jesús obrando en las
vidas; a los que no saben que el Espíritu Santo es el Gran Consolador.
“Hermanos míos,
considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce
constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos
e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:2-4). No es fácil, yo misma les digo que no lo es;
pero así como sé que no es fácil, también puedo dar testimonio que su amor y
bondad no se harán esperar. Además de esto recordemos que Dios no se queda con
nada guardado y que sus promesas se cumplirán: “Todas las promesas que ha hecho
Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la
gloria de Dios” (v. 20 en la lectura de hoy).
Dios es fiel y su mensaje también lo es.
Amado Padre celestial:
Te damos gracias por ser tus hijos y recibir el privilegio de ser consolados
directamente por ti en todas nuestras aflicciones. Enséñanos a ver tu mano misericordiosa en
cada una de ellas y a tener la certeza que estás a nuestro lado consolándonos,
para que de igual manera, podamos hacerlo con nuestro prójimo. ¡Gracias buen Dios!
Un abrazo y
bendiciones.