Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.Mateo 18:35.
Lectura: Mateo 18:19-35. Versículo del día: Mateo 18:35.
MEDITACIÓN DIARIA
Considero que una de las cosas
más difíciles para los humanos es perdonar.
Creo que a todos nos han herido de una u otra manera y muchas veces nos
acusan de cosas que ni siquiera han pasado por nuestras mentes. Ahí entra el
perdón a jugar un papel importantísimo porque esta actitud se constituye en la
vida del cristiano en una necesidad. Es
un reto que hay que afrontar y es una decisión que hay que tomar. Cuando entendemos el amor tan grande de Dios
al punto de dar a su Hijo por perdonarnos, creo que es más fácil lograrlo.
En la parábola de la lectura, el
Señor enseñaba sobre el perdón. “Pedro
se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi
hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?” (v. 21). El Señor le responde
que siete veces es muy poquito: “hasta setenta y siete veces” (v.22); otras
versiones dicen: “setenta veces siete”.
De todas maneras lo que significa es que la dimensión del perdón ante el
Señor no tiene límites, y debe ser del mismo modo que Él lo practica con
nosotros.
La oración del ‘Padre Nuestro’ es
la oración por excelencia; la que Jesús mismo nos enseñó y que dice: “Perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos
ofenden” (Lucas 11:4). Cuántas veces la
hemos repetido y sin sinceridad, al pronunciar que “perdonamos a todos los que
nos ofenden” ¿Cómo pretender que Dios
nos perdone las deudas si nosotros no lo hacemos?
El Señor en la cruz nos dio el
ejemplo. Después de tanta tortura y
sufrimiento causado hacia Él, le pide al Padre que los perdone porque no saben
lo que hacen (Lucas 23:34). Y no creamos que eran solamente los soldados que
estaban a su lado; ahí, estábamos todos nosotros y por nosotros también fue
hecha su petición. Entonces, ¿Quiénes somos para no perdonar?
La falta de perdón se va
enraizando en el corazón hasta formar raíces de amargura profundas, que si no
se cortan a tiempo, causarán mucho daño en la vida de la persona rencorosa y
vengativa. Hay enfermedades que son causadas por la falta de perdón. Por eso en
Hebreos 12:15 se nos advierte: “Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la
gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y
corrompa a muchos”.
Quizá se esté sufriendo por el
dolor causado por otras personas que han herido el corazón profundamente y la
ofensa se ha recibido de quien menos se esperaba. O tal vez, hay heridas más
profundas respecto a los padres por la indiferencia o abandono de ellos; o simplemente
han puyado hasta el fondo y tocado el orgullo.
Cualquiera que sea la causa, hay que acudir al Señor en oración y
derramar el corazón ante Él. Los invito
a orar así:
Amado Señor: Tú lo sabes todo y
sabes cómo me siento en estos momentos por las heridas causadas a mi vida. Hoy te pido fuerza y valor para perdonar a
tal persona. Permite que de mi corazón brote el perdón y libera mi mente de
todo rencor y amargura. Enséñame a perdonar, así como he sido perdonado(a) por ti.
Un abrazo y bendiciones.
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