sábado, 9 de noviembre de 2013

Epecemos a poner las cosas en orden




Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. 
Efesios 5:22.


Lectura: Efesios 5:21-33.  Versículo del día: Efesios 5:22

MEDITACIÓN DIARIA

Dios nos exige sometimiento a Él.  El sometimiento implica en sí: obedecer, sujetarse, humillarse. Es deponer nuestros propios deseos a los de otra persona o proponerlo para su consideración. Si en verdad nos sometemos a Dios, tenemos que suplantar nuestro “yo” y darle cabida al Señor. La Biblia nos manda someternos unos a otros porque es la única manera de soportarnos, de convivir y relacionarnos con los demás.
Ahora, Dios manda a la esposa a someterse a su esposo. No es fácil para nosotras; pero ¿por qué nos lo ordena?  Porque el Señor nos hizo y sabe perfectamente como es la naturaleza de la mujer.  El diseño de Dios está para que seamos amadas y protegidas.  Además miremos lo que dice también más adelante en la lectura: “Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo” (v. 24).  La relación es semejante a la de Cristo con su iglesia.  Recordemos que Dios creó primero a Adán y después de una costilla de él, creo a Eva.  No podemos pretender ser primeras. Esto es deponer nuestro orgullo y ego y decir galantemente: “te cedo el paso”.  Si analizamos profundamente la lectura, nos damos cuenta que si amamos a nuestro esposo, nos es fácil someternos. 
El sometimiento no quiere decir maltrato físico ni emocional. El hombre no lo puede cambiar a su antojo. Veamos: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella  para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable” (vv. 25-27).   La mujer entonces, debe sentirse orgullosa de tener a una persona a su lado que siempre desea su bien y que además de eso tener la convicción de que ese hombre a quien eligió como esposo estará atento a defenderla ante cualquier situación porque su amor, debe sobrepasar los límites. El esposo debe hacerla sentir como una flor frágil y perfumada que la valora y atesora como el mejor regalo dado por Dios a su vida y quien también se siente orgulloso de presentarla de este modo ante el mundo.
Bajo estas premisas, el hogar debería de ser un lecho de flores.  Infortunadamente, el enemigo se ha encargado de cambiar los papeles y según estadísticas esta misma situación ha llegado mucho más lejos, porque la raíz de tanto homosexualismo y lesbianismo, ha sido precisamente eso.  Cuando cambiamos los parámetros de Dios, ocurre una hecatombe  y todo se viene abajo.
Como cristianos, ocupemos cada uno el lugar que nos corresponde si de verdad estamos defendiendo el matrimonio como la institución creada por Dios.

Amado Señor: Gracias porque al instituir el matrimonio, quisiste hacer de un hombre y una mujer un solo cuerpo limpio e intachable.  Enséñanos a ocupar el lugar que asignaste a cada uno para levantar esta sociedad caída, por la indiferencia hacia ti.

Un abrazo y bendiciones.  

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