En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: —¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
Juan 7:37-38. NVI.
Lectura: Juan
7:37-44. Versículos del día: Juan
7:37-38.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que el pecado
asedia; la misma naturaleza pecaminosa nos empuja a lanzarnos a los pies de
Jesús como almas sedientas. Recordemos cómo empieza el Salmo 42; “Como el
ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios?” (Salmo 42:1-2 RVR1960). ‘Tener sed de Dios’ es una
añadidura a su gracia. Esta sed espiritual nos hace correr hacia Él; llorar en
sus brazos y decirle que lo amamos, pero lo más hermoso es esperar su
respuesta, porque de verdad nos conduce a frescas aguas donde nos hace reposar
y descansar. Descansar ya, sin el peso del pecado, de la culpa. Descansar en su
regazo.
No temas acercarte al
Señor: Él espera por ti. Solamente dile con tus propias palabras lo que sientes
y Jesús estará listo a responderte. Descansa en sus brazos. Si te parece te
puedo guiar con una corta oración:
Señor Jesús: te abro la
puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Estoy agotado, exhausto y
no tengo a donde ir. Entiendo que te necesito; perdona mis pecados y hazme la
persona que deseas que yo sea. Toma el control del trono que yo manejo y sé Tú
conduciéndome a tus ricas aguas. ¡Tengo sed de Ti! Gracias por perdonarme y
limpiarme. ¡Gracias por calmar mi sed!
Un abrazo y bendiciones.
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