Entonces Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
Juan 11:25-26.
Lectura: Juan
11:1-37. Versículos del día: Juan
11:25-26.
MEDITACIÓN DIARIA
No es fácil estar en un
funeral; sin embargo, si de verdad tenemos la bendita esperanza de una vida
gloriosa al lado de nuestro amado Salvador, todo puede ser diferente. El
Evangelio de Juan comienza diciéndonos que desde el principio ya existía el
Verbo y que el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. En Él estaba la vida.
Vino a los suyos (al pueblo judío), pero ellos no lo recibieron y continúa con
un versículo muy importante: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios”; y aclara que estos nacen
es de Dios y no del hombre. Este Verbo se hizo carne y habitó en la tierra (Juan
1:1-14).
Bajo esta Palabra, es
necesario conocer a Jesucristo como Señor y Salvador para entrar a ser parte de
la familia celestial y tener la certeza de una vida eterna a su lado. El Señor
dijo que Él era la resurrección y la vida. Son muchos los versículos que nos
hablan sobre este tema y debemos afianzar nuestra fe en estas palabras que son
Palabra de Dios. Uno de los primeros que aprendemos cuando iniciamos en el
cristianismo es Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida
eterna”. Así que por medio de Cristo Jesús, tenemos vida eterna. También en 1
Juan 5:11-12 dice: Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y
esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene
al Hijo de Dios, no tiene la vida”; y como para darnos seguridad y afianzarnos
el apóstol Juan concluye: “Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el
nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna” (1 Juan 5:13).
Tenemos que aprender a
creerle a Dios, no a creer simplemente en Dios; esto es diferente: creerle a
Dios es creer lo que nos dice en su Palabra. Es la única manera de instruirnos
y de saber lo que Él desea de nosotros cuando ya somos sus hijos. ¡Con Jesús no
moriremos jamás! ¿Crees esto? Y si nunca le has dicho a Jesús que sea tu Señor
y Salvador te invito a hablar con Él y decírselo. Podemos orar así:
Señor Jesús: hoy confieso
con mi boca y creo en mi corazón que Tú eres el Hijo de Dios y que tu bendita
sangre me limpia de todo pecado. Ven a mi vida; te acepto como mi Señor y
Salvador. Gracias por venir a morir en mi lugar, por perdonarme y salvarme para
darme la vida eterna a tu lado. En tu santo nombre Jesús, amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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