Estos sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo, tal como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de construir el tabernáculo: Asegúrate de hacerlo todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña.
Hebreos 8:5.
Lectura: Hebreos 8:1-13. Versículo del día: Hebreos 8:5.
MEDITACIÓN DIARIA
Leyendo más atentamente el Libro de Hebreos coincidió
con lo de Éxodo en mis devocionales compartidos, respecto al Tabernáculo que el
Señor le ordenó hacer a Moisés siguiendo estrictamente lo diseñado por Él.
Siempre había pasado por alto el versículo del día: “Estos sacerdotes sirven en
un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo”. O sea, en el
cielo nos espera el tabernáculo celestial.
Como en realidad es: Sinaí representa la ley, mientras
Sion representa la gracia. En el tabernáculo del Sinaí, hecho por manos
humanas, solo entraba al Lugar Santísimo el sumo sacerdote una vez al año
provisto de la sangre que ofrece por sí mismo y por todos los pecados el
pueblo. “Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los
bienes definitivos en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por
manos humanas (es decir, que no es de esta creación), entró una sola vez y para
siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y
becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno” (Hebreos
9:11-12). Dice más adelante Hebreos, respecto a nosotros: “Por el contrario,
ustedes se han acercado al monte Sion, a la Jerusalén celestial, la ciudad del
Dios viviente” (Hebreos 12:22). Sí porque “el punto principal de lo que venimos
diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del
trono de la Majestad en el cielo, el que sirve en el santuario, es decir, en el
verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano” (vv.
1-2 en la lectura).
¡Gloria al Señor y a su Santo Espíritu por hacerme
entender lo valiosa que es la gracia! ¡Que estaré en el monte Sion, en el
tabernáculo verdadero, en mi Jerusalén celestial, cuando el Señor me llame a su
presencia! Oro para que ustedes que siguen este devocional, también entiendan
esa inigualable diferencia y se gocen conmigo con la esperanza de encontrarnos
todos en el Sion, la ciudad del Dios viviente.
Amado Señor: definitivamente Eres el Majestuoso Dios
incomparable sentado en el trono celestial, donde iremos a compartir Contigo
gozando de tu esplendor y gloria en la Sion celestial que nos espera. Gracias
buen Jesús porque tu sacrificio nos abrió las puertas de par en par y ningún
velo o impedimento alguno podrá alejarnos del trono de la gracia. ¡Te adoramos
bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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