Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.
Salmo 143:8.
Lectura: Salmo 143:1-12. Versículo del día: Salmo 143:8.
MEDITACIÓN DIARIA
El rey David sabía muy bien en qué
momento del día debía hablar con su Señor. Le buscaba en la mañana cuando
todavía el sol no había salido y la luna aun brillaba en los albores del
amanecer. En otro Salmo David también le dice: “Oh, Señor, por la mañana
escucharás mi voz; por la mañana me presentaré ante ti, y esperaré” (Salmo 5:3
RVC). Tenía plena confianza en que el Señor lo escuchaba y a su vez en que Él le
hablaría.
¡Claro! La manera de saber David sobre
el gran amor de Dios por él era a través de su Palabra. Su Escritura siempre
estaba en sus labios. Y es que es en la mañana cuando despertamos que debemos
hablar con el Señor. Es a Él a quien le contamos lo que pensamos hacer en el
día con la seguridad que nos da el saber que si no lo quiere nos lo hará
entender de algún modo. A veces ni lo entendemos y como no confiamos entonces
nos disgustamos porque sus planes no están en onda con los nuestros. Se nos
olvida que si hay algún tropiezo es porque el Señor sabe mejor que nadie el
porqué no nos conviene. Siempre he comentado el caso de la señora que se le
hizo tarde para cumplir su cita y no lo entendía hasta que escuchó por radio
que al sitio que se dirigía le habían puesto una bomba. Dios estaba guardando
su vida. No nos olvidemos de dar el primer ‘buenos días’ a quién es nuestro
Dios. Y tengamos muy presente que si le decimos al Señor que nos señale el
camino que debemos seguir, tenemos que someternos a lo que nos muestre. Que nuestro
primer saludo sea para el Señor y sea una verdad: “me presentaré ante ti, y
esperaré”.
Amado Señor: Enséñanos que al abrir
nuestros ojos en cada mañana, siempre brote primero que todo un saludo para Ti.
Que seas Tú el primer invitado a sentarse a nuestro lado para dialogar Contigo
en las horas tempraneras. Gracias buen Señor por estar atento a nuestras
súplicas y deseos recónditos que están en nuestro corazón. Gracias porque lo
sabes todo pero deseas oírlo de nuestros propios labios. Queremos aprender a darte
el primer saludo y a esperar en Ti. ¡Te alabamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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