martes, 1 de agosto de 2017

¡Buenos días Papito Dios!

Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma. 
Salmo 143:8.

Lectura: Salmo 143:1-12.  Versículo del día: Salmo 143:8.

MEDITACIÓN DIARIA

El rey David sabía muy bien en qué momento del día debía hablar con su Señor. Le buscaba en la mañana cuando todavía el sol no había salido y la luna aun brillaba en los albores del amanecer. En otro Salmo David también le dice: “Oh, Señor, por la mañana escucharás mi voz; por la mañana me presentaré ante ti, y esperaré” (Salmo 5:3 RVC). Tenía plena confianza en que el Señor lo escuchaba y a su vez en que Él le hablaría.
¡Claro! La manera de saber David sobre el gran amor de Dios por él era a través de su Palabra. Su Escritura siempre estaba en sus labios. Y es que es en la mañana cuando despertamos que debemos hablar con el Señor. Es a Él a quien le contamos lo que pensamos hacer en el día con la seguridad que nos da el saber que si no lo quiere nos lo hará entender de algún modo. A veces ni lo entendemos y como no confiamos entonces nos disgustamos porque sus planes no están en onda con los nuestros. Se nos olvida que si hay algún tropiezo es porque el Señor sabe mejor que nadie el porqué no nos conviene. Siempre he comentado el caso de la señora que se le hizo tarde para cumplir su cita y no lo entendía hasta que escuchó por radio que al sitio que se dirigía le habían puesto una bomba. Dios estaba guardando su vida. No nos olvidemos de dar el primer ‘buenos días’ a quién es nuestro Dios. Y tengamos muy presente que si le decimos al Señor que nos señale el camino que debemos seguir, tenemos que someternos a lo que nos muestre. Que nuestro primer saludo sea para el Señor y sea una verdad: “me presentaré ante ti, y esperaré”.

Amado Señor: Enséñanos que al abrir nuestros ojos en cada mañana, siempre brote primero que todo un saludo para Ti. Que seas Tú el primer invitado a sentarse a nuestro lado para dialogar Contigo en las horas tempraneras. Gracias buen Señor por estar atento a nuestras súplicas y deseos recónditos que están en nuestro corazón. Gracias porque lo sabes todo pero deseas oírlo de nuestros propios labios. Queremos aprender a darte el primer saludo y a esperar en Ti. ¡Te alabamos Señor!

Un abrazo y bendiciones. 

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