martes, 9 de agosto de 2016

Busquémoslo en la intimidad de la noche

En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado. Salmo 4:8.

Lectura: Salmo 4:1-8.  Versículo del día: Salmo 4:8.

MEDITACIÓN DIARIA

Es muy cierto que cuando se tiene una preocupación, el sueño se va. No aparece por ninguna parte y esperamos el amanecer, dando vueltas y vueltas en la cama. ¿Pero qué es lo primero que debemos hacer cuando estamos ya listos a caer rendidos en la noche?  Leamos el versículo 4: “en la quietud del descanso nocturno examínense el corazón”. Hay que examinarnos y ver qué hay en el trasfondo nuestro que tal vez hayamos hecho mal; y si es así, pedirle perdón al Señor con la certeza de que Él nos oye, perdona y limpia (1 Juan 1:9). También nos  dice: “Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo” (v. 3 en la lectura).
A modo muy personal, considero que cuando nos desvelemos y el sueño no quiera venir pongamos en práctica este Salmo. Podemos en la quietud de la noche tener un rato de intimidad con el Señor: hablar con Él; decirle nuestra preocupación; pedirle perdón si le hemos ofendido y después decirle que nos levante y que todos puedan contemplar su rostro en nosotros, porque en definitiva, Él es nuestra fortaleza y quien a pesar de las pruebas nos da paz.

Amado Señor: No importa si las preocupaciones llegan porque en Ti tenemos al mejor Consejero, Amigo y Confidente. Gracias porque Tú lo sabes todo y no tenemos necesidad de ocultarte nuestras faltas y defectos. Siempre estás listo a perdonarnos y a mirarnos con el mismo amor de siempre. Cuando hablamos Contigo y nos quebrantamos, lo difícil se torna fácil y lo pesado, liviano. Por tu infinito amor, antes permites que la luz tuya venga a brillar sobre nosotros y valoramos lo que significa tenerte siempre a nuestro lado. ¡Alegría tan inmensa, no se puede comprar! ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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