miércoles, 4 de abril de 2012

Orar por la ciudad donde nos encontremos

Además, busquen el bienestar de la ciudad a donde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes, depende del bienestar de la ciudad.
Jeremías 29:7.


Lectura diaria: Jeremías 29:1-14. Versículo principal: Jeremías 29:7.


REFLEXIÓN


Muchas veces tenemos que salir de nuestra ciudad de origen e incluso del país, sin saber a ciencia cierta cual rumbo nos espera. Nos invade entonces la tristeza por dejar atrás aquello que era nuestro; hay nostalgia e incertidumbre y no logramos acoplarnos al nuevo espacio brindado por el Señor.

A mí me paso exactamente eso: salimos de mi Llano querido no por voluntad propia sino porque “tocaba”. A pesar de ser completamente citadina me había hecho tanto a la vida y las costumbres de esa región que en la capital me perdía. Bogotá me parecía entonces ya no tener ningún atributo que me atrajera. Sus calles desordenadas, el tráfico congestionado, la indiferencia de la gente y el fuerte frío que sentía, para nada eran cualidades llamativas que me permitieran querer estar en ella. A esto se sumó la crisis económica que enfrentamos; la enfermedad y muerte de mi querido sobrino y luego como postre mi enfermedad. Ya hasta el apartamento me parecía desabrido, pequeño y no me hallaba en él. En una palabra, nada de eso me valía. Todo lo veía oscuro y triste.

Creo que todo lo que pasó hubiera sido más fácil si desde un comienzo yo hubiera también aceptado la voluntad de Dios. Después de tantos golpes he ido entendiendo poco a poco qué es lo que Dios espera de mí y para donde me quiere llevar. He madurado no solo en años; también emocional y espiritualmente. El Señor me ha enseñado a ver la vida bajo otras perspectivas y amar a mi ciudad con defectos y cualidades. He aprendido a orar constantemente por ella, por mi país, por sus gobernantes y por sus ciudadanos; al igual que lo he hecho con el apartamento. Ahora comprendo mejor el versículo 11 de la lectura: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor­–, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.

Así es. Claramente como lo está afirmando el versículo. ¿Qué sería de mi familia si se hubiera matado o secuestrado a alguno de nosotros? ¿Qué futuro o qué esperanza tendríamos en tamañas circunstancias? Desafortunadamente, en el momento no se ven ni se hacen estos interrogantes, ni miramos más allá del horizonte. Más tarde, poco a poco el Señor con su inmensa bondad y amor nos los va muy discretamente (como buen Caballero que es), sacando a la luz y tenemos que pedir perdón por tanta “quejabanza” y agradecerle el nuevo camino deparado.

Aprendamos a orar por el bienestar del sitio donde nos encontremos. Seguro que es excelente porque el Señor lo que nos tiene es muchísimo mejor que lo que creíamos poseer. En mi caso, todo era sutil y pasajero; lo de fondo, lo consistente se ha formado aquí, en este nuevo terruño.


Señor, gracias porque tus planes nunca van en contravía de los deseos de tu corazón para tus hijos.


Un abrazo y bendiciones.

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