sábado, 1 de octubre de 2011

El Señor es nuestro apoyo

Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.
Salmo 27:10.


Lectura del día: Salmo 27:1-14. Versículo para destacar: Salmo 27:10.


ENSEÑANZA


Cada vez que un acontecimiento nefasto interrumpe el diario vivir, no dejo de darle gracias al Señor por su bondad y misericordia al haberme rescatado de las garras del enemigo. Definitivamente la mejor contra del cristiano es el Señor. Él nunca nos falla; fallaremos nosotros, le abandonaremos, le pelearemos, pero Jesús sigue igual. Su amor es inmutable.

El hombre: llámese padre, madre, esposo, esposa, novio, novia, hijo, hija, jefe o empleado nos desilusionarán y nos defraudaran; solamente el Señor a pesar de ser como somos, siempre estará listo a tendernos sus brazos, a consolarnos porque Él con amor eterno nos ama y nos seguirá fielmente (Jer. 31:3). De este modo así las crisis lleguen, en especial las emocionales o sentimentales tenemos la certeza de que su Palabra es verdad y su Palabra nos reconforta animándonos y sacándonos avante. “Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el Señor Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel: ¡Dios de toda la tierra es su nombre! El Señor te llamará como a esposa abandonada; como a mujer angustiada de espíritu, como a esposa que se casó joven para ser rechazada” (Is. 54:5-6). Sí, quien te formó fue el Señor y vale muchísimo más que tu esposo o esposa que te dejó; muchísimo más que el que te traicionó o te injurió. No hay nada que temer porque el apoyo del creyente, su fuerza, su motor están en Jesús de Nazaret.

Aprendamos a descansar en el Señor; a echar encima de Él todas nuestras angustias porque de otra manera nos volveremos literalmente locos y podríamos llegar a la depresión con consecuencias irreversibles. Aferrémonos a la Palabra de Dios venga lo que venga. El Señor es el fundamento de nuestra vida; aprendamos como David a decir en momentos de crisis: “El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!” (Sal. 18:2). No importan los vientos ni las tempestades; no importa quien nos abandone ni rechace porque con certeza Él estará ahí, con los brazos abiertos para recibirnos y darnos consuelo.


Si te sientes solo(a), desanimado(a) y crees que a nadie le importas; la noticia extraordinaria es que Jesús quiere ser tu apoyo incondicional y estar a tu lado por siempre. A Él no le importó morir en tu lugar. ¿Deseas aceptarlo en tu vida? Te puedo guiar con una oración como ésta:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador; perdona mis pecados, toma el control del trono de mi vida, las cargas pesadas que llevo y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por perdonarme, por darme la fuerza y el poder para seguir, y por saber que estas siempre a mi lado apoyándome y sirviéndome de escudo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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