No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por
el pueblo, y no que perezca toda la nación.Juan 11:50.Lectura diaria: Juan 11:45-57. Versículo del día: Juan 11:50.
ENSEÑANZA
La resurrección de Lázaro sirvió para que algunos de los que la presenciaron creyeran en Jesús, como también para que de esto se cogieran los fariseos y jefes de los sacerdotes para buscar la manera de arrestarlo. Les preocupaba la multitud de señales y milagros que estaba realizando y temían que el pueblo judío se volcara hacia Él y lo siguiera. A pesar de todo su enojo contra Jesús, Caifás, por ser el sumo sacerdote, sin querer profetizó que convenía más que un hombre muriera por todo el pueblo y no que todos pereciesen. “Y no sólo por esa nación sino también por los hijos de Dios que estaban dispersos para congregarlos y unificarlos” (verso 52). Este pasaje nos confirma que el Señor Jesús vino a dar su vida por toda la humanidad; por todos los hombres que se acogieran a su sacrificio y se entregaran a Él. “Mas a cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Tanto tú como yo estábamos dispersos por el mundo, y por su infinita misericordia volteó sus ojos hacia nosotros para que llegásemos a ser “sus hijos”. Hijos nacidos no de carne sino de agua y del Espíritu para poder entrar en el reino de los cielos (Juan 3:5), y de esta manera congregarnos y unificarnos juntamente con Él. Si tú eres de los que consideras a Jesús como un judío más, quizá un profeta que vino a rescatar solamente a los judíos, quiero mostrarte a través de este devocional que también vino a morir por ti. Te ha mirado con ojos compasivos, con amor y misericordia, y hoy te está extendiendo sus brazos para llamarte y hacerte parte de esa congregación que exalta su nombre. ¿Deseas darle cabida en tu vida? Si es así, podemos orar: Amado Jesús, gracias por hacerme entender que viniste a morir en propiciación por muchos y entre esos muchos ya habías puesto tu mirada sobre mí. ¡Tanto amor no lo alcanzo a comprender! Te entrego mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por entrar en mi vida, por perdonar mis pecados, por hacerme parte de tu reino y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu. En tu nombre Jesús, amén.
Un abrazo y bendiciones.
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