Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos.
Jeremías 10:23
Lectura diaria: Jeremías 10:23-25. Versículo del día: Jeremías 10:23.
ENSEÑANZA
Al retroceder unos años atrás, creía y daba por hecho que mi vida terminaría al lado de lo que había construido con tanta dedicación, amor y ahínco. Todo pensé, menos volver del llano con las manos vacías. Aquello por lo que había luchado tanto, se desvaneció como polvo, de la noche a la mañana. En ese tiempo, eché la culpa a los grupos alzados en armas, a la petrolera de renombre asentada en esa región, a los proveedores e incluso llega a pensar que todo era idea de mi esposo. Después de esa dura experiencia y ver correr los años, por cierto no tan fáciles, he llegado a la conclusión que no soy dueña de mis pasos; éstos están dirigidos por la mano divina de mi Señor y yo simplemente soy un vagoncito más. ¿Es fácil aceptarlo? Sinceramente no. Creo que para nadie puede serlo. Tenerlo todo y de un día para otro estar mirando para el techo, desorientado, sin saber qué rumbo coger y con responsabilidades sobre los hombros, no es posible. Es la hora en que todavía no logro entender cómo salieron mis hijos profesionales y Sarita continuó sus estudios. ¡Qué tiempos tan difíciles! Definitivamente Dios actuó en lo imposible. Ahora reconozco su mano prodigiosa en mi hogar. Le doy gracias porque de haber seguido allí, no tendría familia en este momento. Andábamos (mi esposo y yo), tan metidos en la empresa que era poco el tiempo dedicado a nuestros hijos, en especial para Sarita que hasta en ese entonces, comenzaba prácticamente a vivir. De haber continuado en esa región, alguno de nosotros estaría secuestrado o muerto. Sobre todas estas suposiciones reflexiono y aunque por aquella época no lo entendía, ahora sí que lo comprendo. “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte” (Proverbios 16:25). Sé que el Señor permitió esta experiencia, primero para sacar a flote y pulir lo que hacía daño no solamente en mí, sino en cada uno; aquí todos aprendimos; Segundo, porque personalmente me estaba y todavía está preparando para algo bastante mejor. Mi vida no termina y aún me queda mucho por recorrer. Lo que sí entiendo perfectamente es que no es ni en mi tiempo ni en mi voluntad, sino en la suya. Aprendí que no soy dueña de mi destino y que es Él quien dirige mis pasos hacia la meta trazada, donde le pueda exaltar y bendecir su nombre.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario