Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? –Nadie, Señor. –Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.
Juan 8:10-11.
Lectura diaria: Juan 8:1-11. Versículo del día: Juan 8:10-11.
ENSEÑANZA
Somos dados a pre-juzgar, juzgar y sacar el dedo acusador para señalar a los demás sus pecados, muchas veces sin razón y ni la más mínima gota de misericordia. “No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Mateo 7:1-2). Algo muy común y que da bastante rabia, es que los no creyentes están siempre al acecho para caerle al cristiano cuando le ven una falta. Incluso algunos dicen cosas como: “¿Y no es que dice que es cristiano?” “¿Acaso fulanito(a) no se la pasa en esa Iglesia? Siempre está el dedo acusador rotulando al primero que pueda con tal de hacerle daño a la persona o al mismo cristianismo. Lo que muchos no entienden, es que los cristianos tenemos las mismas debilidades como cualquier otro mortal. La diferencia radica en que la sangre derramada por el Señor Jesucristo, ya la aceptamos como pago por las transgresiones, desde el mismo momento en que lo aceptamos a Él como Señor y Salvador. Ahora no es que no caigamos y pequemos; nadie puede decir que está libre de pecado. Desafortunadamente, vivimos cayendo, pero ¡Gloria a Dios, que en el Señor Jesucristo, tenemos redención por su sangre y el perdón de pecados! (Colosenses 1:14). Simplemente ya estamos justificados por su infinita misericordia y lavados con su preciosa sangre. Ahora se presenta otro factor, no podemos por este hecho pecar deliberadamente, porque eso sería como decirle al Señor: “No me importó tu sacrificio” y de Dios nadie se burla (Gálatas 6:7). Aprendamos la bella lección dejada por el Gran Maestro: Si alguien cae, lleguemos a esta persona con misericordia y amor; enseñémosle cuánto le ama Dios y no lo atemos. Digámosle: “Vete y no peques más”.
Un abrazo y bendiciones.
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