Entonces apareció una nube que los envolvió, de la cual salió una voz que dijo: Este es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!
Marcos 9:7. NVI.
Lectura: Marcos 9:2-13. Versículo del día: Marcos 9:7.
MEDITACIÓN DIARIA
La voz del Padre diciendo que hay que escuchar a su
Hijo amado. Sus discípulos: Pedro, Jacobo y Juan que se encontraban con Jesús
en el momento de la transfiguración, creo que quedaron en shock y aún no
entendían quién era en verdad su Maestro. Muchos ahora se basan en que el único
que pesa es Dios Padre, pero no reconocen a su Hijo Jesús como el enviado por Él, porque: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito,
para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan
3:16). Y es que Dios envió a su Hijo con una misión para cumplir: ser el
Cordero inmolado por los pecados de toda la humanidad. Sí; nosotros pecadores
no teníamos acceso directo al Padre Celestial porque el pecado se nos atravesaba
siempre; pero Papá Dios, fue mucho más allá. Por amor nos dio a su propio Hijo.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8 Reina Valera1960). El Padre se
glorifica en el Hijo: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado
en él” (Juan 11:31). “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la
haré; así será glorificado el Padre en el Hijo” (Juan 14:13). No existe otro
camino para ir a Dios Padre: Jesús es el único camino (Juan 14:6).
Cristo vino en carne para redimir al hombre del
pecado, librarlo de esa esclavitud. Llevó todo el peso de la transgresión sin
merecerlo. Su sacrificio fue cruel, no fue cualquier cosa su padecimiento. Por
eso cuando empezó su ministerio decía: “Arrepiéntanse, porque el reino de los
cielos está cerca” (Mateo 4:17). Todo el mensaje de las Buenas Nuevas está
basado en eso. Hay que abrir los oídos para escucharlo. Él está tocando a la
puerta de cada persona para entrar y dar vida eterna. ¡Escúchenlo!
Amado Dios: gracias por el regalo de la salvación que nos
diste a través de tu Hijo Jesús. Aceptamos lo que Él hizo por nosotros. Ven
Señor Jesús a morar en nuestros corazones. ¡Perdónanos! Estamos arrepentidos y
te reconocemos como Señor y Salvador de nuestras vidas. Gracias por perdonarnos,
limpiarnos y hacernos nuevos para Ti. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
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