lunes, 27 de abril de 2015

No dejar que la tierra se torne árida y estéril




Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. 
Mateo 13:8.


Lectura: Mateo 13:1-23.  Versículo del día: Mateo 13:8.

MEDITACIÓN DIARIA

Esta es la parábola del sembrador que el Señor le relata a la multitud que se reunió para verlo y les hablaba así, porque era poco lo que le entendían. El Señor usa esta parábola para explicarles lo que sucede con los que escuchan el mensaje de las Buenas Nuevas. Les explicó perfectamente la parábola: la semilla que se siembra es la  palabra del reino y por eso, la esparcida junto al camino que se comieron los pájaros, es similar al que oye la palabra acerca del reino y no la entiende; entonces el maligno viene y arrebata lo que se sembró en su corazón. La semilla que cayó en terreno pedregoso es el que la oye y recibe con alegría, pero como no está enraizada fácilmente se debilita al surgir problemas o persecuciones. La semilla que cae entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones y el engaño de las riquezas la ahogan y no la dejan dar fruto. Las otras semillas que cayeron en buen terreno dieron una buena cosecha, que rindió hasta cien veces más de lo sembrado.
¿Quién es el sembrador? Indudablemente el primero en sembrar la semilla fue el Señor Jesucristo; ahora nos corresponde a nosotros como sus discípulos que somos. Tenemos que insistir, persistir y no desistir en el riego de las semillas. Serán muchas más las que logren caer en buena tierra, que las que dejen de dar fruto por la falta que sea. Y cuando veamos que cae para dar fruto, no desanimarnos si el fruto no llega al ciento por ciento; pues no todos tienen los mismos dones y talentos y Dios utiliza a cada uno de manera diferente. Hay que seguir la labor y creo yo, empezar a abonar el terreno en el que deseamos esparcir las semillas cuanto antes. Esforcémonos, seamos valientes; levantémonos a predicar el Evangelio de las Buenas Nuevas. Conocemos la Verdad, no podemos callar y consentir que la tierra se torne árida y estéril.

Amado Señor: Gracias porque también somos dichosos al permitirnos ver y escuchar tu mensaje de salvación. Queremos ser también grandes sembradores. Enséñanos a ser constantes sin desalentarnos ni desmayar porque no logremos los objetivos propuestos. Lo importante Señor es que pongas en nosotros tanto el querer como el hacer e ir a los campos a regar la bendita semilla de tu Palabra. ¡Utilízanos buen Maestro!

Un abrazo y bendiciones.

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