El Señor hace todo lo que quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos.Salmo 135:6.
Lectura diaria: Salmo 135:1-21. Versículo principal: Salmo 135:6.
REFLEXIÓN
Pensando en las preguntas que se
nos ocurre hacerle a Dios, especialmente cuando pasamos por diversas pruebas,
recordé una predicación del Pastor Darío Silva Silva. Dios le responde a Job también con preguntas:
“Quién es este que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido? Prepárate a hacerme frente; yo te cuestionaré
y tú me responderás” (Job 38: 2-3); y de ahí, hasta el capítulo 40 Dios lo
cuestiona haciéndole entender su soberanía y majestad. “Hay preguntas de Dios
que reclaman respuestas del hombre” Paul Tillich. Dice el Pastor Darío: “La "Teología
Sistemática", de Paul Tillich, puede concretarse en otra premisa: Hay
preguntas del hombre que reclaman respuestas de Dios. En esa doble vía,
Jesucristo se levanta como la Gran Pregunta y la Gran Respuesta, por igual”.
“Cuando llegó a la región de
Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que
es el Hijo del hombre? Le respondieron: —Unos
dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de
los profetas. —Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo? —Tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente —afirmó Simón Pedro” (Mateo 16:13-16). Considero que en este pasaje se conjugan
tanto pregunta como respuesta de quién es en verdad el Señor Jesucristo.
Cuestionamos muchísimo a Dios,
sin acordarnos de su soberanía total.
Acaso ¿quienes somos para que el
Dios creador del cielo y de todo cuanto existe haya puesto su mirada en
nosotros? (Salmo 8:4).
Entendiendo la soberanía de Dios
y lo que hizo por la humanidad, al mandar a su propio Hijo a morir en una cruz
para salvarnos de las garras del infierno, todas las preguntas existentes
quedan excluidas. Personalmente, solo me basta con saber que como lo afirmó
Pedro, Jesucristo es el Hijo del Dios viviente y que no encuentro otro camino
porque también diré como él: ¿A quién iré?
Si solo tú tienes palabras de vida eterna.
De ahora en adelante cuando
lleguen los porqués, le daré gracias a Dios porque ante mi pecado el Señor Jesucristo
ha sido la gran respuesta a mi vida trajinada.
Amado Señor: Te pido que nos hagas
entender tu soberanía total en nuestras vidas y comprendamos que solamente con
tenerte a ti nos basta. No somos merecedores
de tu gracia y aun así, Tú siempre nos miras con ojos de ternura y amor sin
igual. ¡Gracias mi Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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