¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho”
Apocalipsis 22:12.
Lectura diaria: Apocalipsis 22:7-21. Versículo del día: Apocalipsis 22:12.
ENSEÑANZA
Si hay una esperanza verdadera para el cristiano, es tener la plena certeza del regreso del Señor. Ninguna otra cosa nos puede sostener y llenar tanto como esperar su venida. En la primera carta a los tesalonicenses el apóstol Pablo nos informa acerca de estos acontecimientos. El Señor descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero, y los que estemos vivos, seremos arrebatados hasta el cielo para encontrarnos todos con el Señor y estar con Él para siempre (1ª. Tesalonicenses 4:13-18). Si Jesucristo no hubiese muerto, vana sería nuestra fe y si no tuviéramos la certeza de su segunda venida, vana entonces, también sería nuestra esperanza; pero como el mismo Pablo lo dijo: “anímense unos a otros con estas palabras”. Su regreso, del cual no sabemos si nos cogerá vivos o muertos, debe ser nuestro aliciente de cada día. “Ahora bien, hermanos, ustedes no necesitan que se les escriba acerca de tiempos y fechas, porque ya saben que el día del Señor llegará como ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, vendrá de improviso sobre ellos la destrucción, como le llegan a la mujer encinta los dolores de parto. De ninguna manera podrán escapar” (1ª. Tesalonicenses 5:1-3). Simplemente, aquí en la tierra habrá gran destrucción; será un caos total porque empieza la gran tribulación para aquellos que no quisieron aceptar a Jesucristo como el salvador, y al contrario, blasfemaron de su nombre, llenos de envidias, celos, mentiras, inmoralidad sexual, etc. mientras nosotros, su Iglesia, nos iremos con el Señor a celebrar las bodas del Cordero. Si hay algo que me apasione leer, es el libro de Apocalipsis; no por la destrucción del mundo sino porque cada vez que me encuentro con su gloriosa venida, retomo nuevas fuerzas y me digo: “Señor, vale la pena todo lo sucedido. No importa. Tú vendrás, me llevarás contigo y ya no brotará nunca más una lágrima de mi rostro”. “El que da testimonio de estas cosas dice: Si vengo pronto. Amén”.
¡VEN SEÑOR JESUS!
Un abrazo y bendiciones.
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