jueves, 10 de octubre de 2019

Nadie puede tirar ni una sola piedra


Y, como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: —Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. 
Juan 8:7. NVI.

Lectura: Juan 8:1-11.  Versículo del día: Juan 8:7.

MEDITACIÓN DIARIA

Esto fue lo sucedido a la mujer adúltera cuando los maestros de la ley y fariseos la llevaron ante Jesús para que Él la condenara. Tal pareciera que el tiempo no ha transcurrido. Seguimos viendo hombres que se creen superiores y con derecho a hacer lo que bien les parezca con las mujeres, pero sí están listos a poner el dedo acusador sobre ellas. Bien vale la pena recordar la poesía de Sor Juan Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Hombres bien machistas y ególatras; solo ven lo que les conviene en su mundo lleno de ambiciones personales y egoístas, menospreciando a las mujeres y culpándolas por lo que ellos mismos hacen.
El Señor les dijo muy claro a los eruditos del pueblo judío: el que se crea libre de pecado, que tire la primera piedra. Ninguno pudo acusarla; todos eran pecadores igual que ella. La Palabra de Dios nos dice que todos somos pecadores: “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:10); “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), por lo tanto, todos necesitamos un Salvador. Precisamente para eso vino Jesús al mundo, para librarnos de la carga del pecado y del infierno. Dios es tan inmensamente bueno y misericordioso que, a pesar de ser pecadores, mandó a su Hijo a morir por nosotros (Romanos 5:8). La única manera de quitarse la ropa sucia, sea hombre o mujer, es aceptando el sacrificio de Jesús en la cruz. Él ya pagó y solamente tenemos que decirle con nuestras propias palabras que lo necesitamos. Si tu intención es hablar con Jesús, te puedo guiar para que le digas así:

Señor Jesucristo: yo te necesito. Reconozco que soy pecador y te acepto en mi vida como Señor y Salvador personal. Hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme. Gracias también por mostrarme que soy igual de pecador a todos en este mundo y que por tu infinita misericordia viniste a rescatarme. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: