—Hermanos y padres, ¡escúchenme! El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abraham cuando éste aún vivía en Mesopotamia, antes de radicarse en Jarán. Deja tu tierra y a tus parientes —le dijo Dios—, y ve a la tierra que yo te mostraré.Hechos 7:2-3.
Lectura: Hechos 7:1-53. Versículos del día: Hechos
7:2-3.
MEDITACIÓN DIARIA
Tanto Esteban como
Felipe eran bien conocedores de las Escrituras. En el caso de Felipe, supo de qué le estaba hablando el etíope (Hechos
8:26-40), y en el caso de Esteban, vemos el recuento que hizo empezando desde
Abraham hasta el Señor Jesucristo. Y es que si en realidad queremos
evangelizar, tenemos que saber qué es lo que dice la Palabra de Dios. Esteban,
como nos lo muestra la lectura, no temió hablar ante el sumo sacerdote y
demostrar así su inocencia ya que lo presentaron ante el Consejo por cargos que
eran calumnias contra él. Aunque el resultado en su caso fue el martirio, no
por esto la semilla sembrada dejó de dar fruto. Personalmente tengo la certeza
de que no solamente Saulo recordaría después el convencimiento de Esteban sino
que muy seguramente muchos otros también.
Necesitamos ser
conscientes de aprender lo que nos dice la Biblia, no únicamente para
evangelizar; debemos conocerla para defendernos de los ataques que puedan
venir. Recordemos que la persecución llegará y no estamos inmunes frente a
ella. El arma más poderosa que tenemos es la Palabra de Dios, así suceda como
con Esteban; pero hemos cumplido.
Propongámonos en no ser
solo oidores, sino también hacedores. Tomemos la Biblia cada mañana con el
deseo de leerla, memorizarla y enseñarla. Empecemos por versículos cortos y
claves para dar el mensaje. Por ejemplo Juan 1:12; Juan 3:16, etc. Dios nos
instruya y anime en este nuevo comenzar.
Amado Señor: Gracias
porque la suma de tu Palabra es verdad. Porque está ahí para redargüir de
pecado al que la escucha; porque es más cortante que espada de dos filos y
porque jamás regresa vacía. Te rogamos buen Señor, que pongas en nosotros el
deseo de aprenderla y memorizarla para cumplir cabalmente la misión encomendada
por Ti. Enamóranos de ella y que por el poder de tu Santo Espíritu, cada día
nos regocijemos en su escritura. Gracias, muchas gracias bendito Señor. ¡Alabamos
tu Nombre y te damos toda la honra y gloria que mereces!
Un abrazo y
bendiciones.
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