miércoles, 31 de agosto de 2011

Está en medio amorosamente

Porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos como en los días de fiesta.
Sofonías 3:17.


Lectura diaria: Sofonías 3:14-19. Versículo para destacar: Sofonías 3:17.


ENSEÑANZA


Este es el Dios victorioso, el Dios de salvación que tenemos: “¡Lanza gritos de alegría, hija de Sión! ¡Da gritos de victoria, Israel! ¡Regocíjate y alégrate de todo corazón, hijas de Jerusalén!” (v. 14). Dios ha redimido a su pueblo, ha retirado las sentencias que lanzaban sobre él. Ya no hay nada que temer; las tristezas y deshonras quedarán atrás; como a la maltratada y violada el Señor recogerá porque: “Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad” (Jer. 31.3). Su amor es inmutable, nunca cambiará. Al contrario, cada día se deleitará con gozo y nos renovará su amor, su misericordia es inigualable; está listo para perdonar.

“Está en medio de ti”. ¡Qué palabras tan hermosas! Si hemos pensado y reflexionado sobre lo que significa que el Dios mismo, el Altísimo y Omnipotente, se encuentre a nuestro lado, resguardándonos como guerrero victorioso, porque bien lo sabe Él que somos débiles; flaqueamos, pero es tan grande su amor que no importa si vamos cojeando e incluso si llegáramos a alejarnos (v. 19), porque nos volverá a atraer con brazos amorosos, nos llevará al desierto y hablará con ternura (Os. 2:14). Está en medio porque aún no estamos preparados para enfrentar al enemigo. Pero el Dios de Israel, el Padre celestial, no nos dejará ni por un momento solos, y si Él está con nosotros, ¿quién podrá estar en contra? (Ro. 8:3). El Señor nunca nos dejará; somos su iglesia, su novia amada, atraída hacia sus brazos y restaurada. No tenemos por qué temer ni al presente ni al futuro; las vicisitudes, se tornan pasajeras a su lado. El futuro es incierto ante el mundo pero para el creyente, el cristiano renovado con su sangre, la vida nuestra tiene valor porque el Señor está ahí. Aprendamos a regocijarnos en su presencia y démosle gracias por su bondad y amor que no merecemos.


Si es tu interés conocer al Dios amoroso, al que pacientemente espera por ti, te puedo sugerir una oración como ésta:


Amado Dios, gracias por enseñarme de tu amor. Gracias por saber que me amas a pesar de ser como soy. Gracias Jesús por venir a morir en mi lugar; perdona mis pecados y toma el control del trono que hasta ahora yo manejo a mi manera. Cámbiame Señor y haz de mí la persona que quieres que yo sea. Gracias por saber que ahora no me encuentro solo porque estás ahí, en medio, cuidándome y llevándome de tu mano. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

martes, 30 de agosto de 2011

El Cordero de Dios inmolado

¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido!
Apocalipsis 5:5.


Lectura diaria: Apocalipsis 5:1-14. Versículo para destacar: Apocalipsis 5:5.


ENSEÑANZA


“¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?” (v. 2). El apóstol lloraba porque en su visión, no había nadie digno de hacerlo. Pero, ¡gloria a Dios! El León de la tribu de Judá, la raíz de David, el Señor Jesús, el Cordero inmolado, venció. “Él si puede abrir el rollo y sus siete sellos” (v.5b). “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (v. 9).

Fuimos comprados por un precio muy caro, no con oro ni plata que perecen, “sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 P. 1:19). Nadie, absolutamente nadie, puede decir que hizo algo parecido; solo el Señor Jesús, se inmoló por nuestros pecados y su bendita sangre nos limpia de toda culpa. Cuando se compra un bien, el dueño tiene la tenencia y autoridad sobre ese bien y como quien dice el bien está sometido a su propietario. Así debemos estar nosotros, sometidos a nuestro propietario el Señor Jesucristo. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y ya no somos dueños de él: “Por tanto, honren con su cuerpo a Dios” (1 Co. 6:19 y 20). Si somos conscientes del sacrificio de Cristo y de su gracia, al comprarnos tan caramente, entonces debemos retribuir lo hecho por Él en la cruz; ser agradecidos porque en realidad no somos merecedores de tanta bondad y misericordia, nuestros nombres ya están escritos en el libro de la vida y ese es el regalo más grande que podemos recibir. Ya tenemos parte con Dios en la herencia celestial.

El propósito de Dios, es rescatar al hombre de las garras del enemigo y Jesús cumplió a cabalidad este propósito y por medio de Él reconcilió todas las cosas, haciendo la paz mediante su sangre derramada (Col. 1:20). Lo redimió de la vida absurda del pecado heredado de los antepasados (1 P. 1:18). Un precio tan alto para comprarnos y tan bajito para aceptarlo, porque no nos cuesta nada. Sin embargo, se ha despreciado y se tiene en baja estima porque la humanidad hace caso omiso de ello. No quiere valorarlo. Y si tú, todavía no has dejado que el Cordero inmolado te cubra con su sangre y te rescate, es el momento para permitirle que tome tu vida y para esto, te sugiero una oración:


Señor Jesucristo, confieso que soy pecador y te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados, me arrepiento de ellos; sé que tu bendita sangre me limpia completamente. Gracias Señor porque haces de mí una persona completamente nueva, valorando tu sacrificio como Cordero inmolado para la gloria y honra tuya. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

lunes, 29 de agosto de 2011

El cielo, sitio de adoración total

Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas.
Apocalipsis 4:11.


Lectura diaria: Apocalipsis 4:1-11. Versículo para memorizar: Apocalipsis 4:11.


ENSEÑANZA


La alabanza y adoración al Señor, es el mejor regalo que podemos ofrecerle; de ahí que sea una parte muy importante dentro del culto. Personalmente, considero que la adoración nos lleva a encontrarnos cara a cara con nuestro Dios; a humillarnos y reconocer que no somos nada y que el Señor, es el Creador de todas las cosas: “sin él, nada de lo creado llegó a existir” (Jn. 1:3). Cuando Jesús se encontró con la samaritana fue muy claro en decirle: “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23), es que tiene que ser en verdad, cuando el Espíritu del Señor se compagine con el nuestro; cuando no importe el tiempo ni la hora porque los minutos allí no cuentan. Solo sabemos que estamos directamente en su presencia y nos sentimos transportados a lugares celestiales; todo nuestro cuerpo y nuestro ser, están rendidos ante Él.

El cristiano sincero no puede rechazar la alabanza y adoración porque vemos claramente aquí en Apocalipsis, que en el cielo, ese será nuestro trabajo: “Y día y noche repetían sin cesar: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (v. 8). ¡Cómo me gusta leer esto! No puedo pasarlo, sin recordar que mi madre está allá en el cielo esperando mi llegada para tomarme de la mano como el Señor me lo mostró en un sueño o visión y pasearme junto a ella, confirmándome: “aquí en el cielo todos alabamos al Señor”. Añoro llegar a esa morada eterna, a mi nueva Jerusalén con calles de oro y mares de cristal, donde no solamente voy a estar con mi Rey y Señor que me tomará en sus brazos y secará toda lágrima que brote de mis ojos; sino que también me encontraré con todos mis seres queridos que han muerto con el Señor Jesús. “Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida” (Sal. 84:2).


Mi recomendación es no despreciar la alabanza en nuestro lugar de congregación; por el contrario, siempre que se tenga la ocasión, estar en contacto con nuestro Dios, en adoración sublime a Él. Y si tú nunca has experimentado sentir su presencia, ni entiendes lo que es postrarse de corazón y cuerpo ante sus píes, te invito a conocer a Jesús; su Santo Espíritu te enseñará y guiará a orar y adorar en espíritu y en verdad. Si deseas tener esta relación personal, te puedo guiar con una oración así:


Señor Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Ven a mi corazón, perdona todos mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a morar conmigo; por perdonarme y limpiarme; y por dirigirme hacia tu presencia en alabanza y adoración como es tu deseo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

domingo, 28 de agosto de 2011

Como la oración de Habacuc y de David

Señor, he sabido de tu fama; tus obras, Señor, me dejan pasmado. Realízalas de nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro tiempo; en tu ira, ten presente tu misericordia.

Habacuc 3:2.


Lectura diaria: Habacuc 3:1-19. Versículo para destacar: Habacuc 3:2.


ENSEÑANZA


Nadie que conozca al Señor puede decir que no ha visto su gloria. El solo hecho de permitirle al hombre el arrepentimiento es una obra poderosa. Luego, lo que va realizando en cada uno de nosotros es admirable. No podía dejar pasar este mes inadvertido y puedo dar testimonio sobre muchas cosas: “¡Tú me salvaste de la violencia!”; “Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte. En mi angustia invoqué al Señor; llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo”; “Tú, Señor, eres mi lámpara; tú, Señor, iluminas mis tinieblas”; “Es él quien me arma de valor y endereza mi camino”; “tu bondad, me ha hecho prosperar”; “Él es el Dios que me vindica” (2 S. 22:2e, 6-7, 29, 33, 36b, 48).

“Su gloria cubre el cielo y su alabanza llena la tierra. Su brillantez es la del relámpago, rayos brotan de sus manos; ¡tras ellos se esconde su poder!”; “Se detiene, y la tierra se estremece; lanza una mirada, y las naciones tiemblan. Se desmoronan las antiguas montañas y se desploman las viejas colinas, pero los caminos de Dios son eternos” (en la lectura v. 3-4 y 6).

Señor, sigue esparciendo tu fama, ¡que todos conozcan tu poder en estos tiempos! Pero por favor, como Habacuc te decía: “Ten presente tu misericordia”. Después de haber vivido muchas aflicciones y estado al borde del sepulcro hace tres años, puedo cantar con Habacuc: “Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides, aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aún así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios mi libertador! El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis píes la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas” (vv. 17-19). Señor, ¡esa es mi oración también! ¡Me regocijo y alegro! Que solo me baste tu gracia y pueda proclamar con David: “¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca! ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!” (2S. 22:47).


Sí, el Señor vive y puede demostrarte su poder; ¿deseas conocer de su fama? Entrégate a Él; está a la puerta de tu vida, llamándote (Ap. 3:20) ¿Quieres dejarle entrar? Con una corta oración puedes hacerlo, te aseguro que no te defraudará. Dile así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados; toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que quieres que yo sea y realiza tu gran obra en mí. Gracias Señor por hacerlo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

sábado, 27 de agosto de 2011

Perseverar en la mejor inversión

Eso sí, retengan con firmeza lo que ya tienen, hasta que yo venga.
Apocalipsis 2:25.


Lectura del día: Apocalipsis 2:1-29. Versículo para memorizar: Apocalipsis 2:25.


ENSEÑANZA


Cuando se tiene un tesoro, se quiere resguardar y cuidar muy celosamente para que no se vaya a estropear ni perderse fácilmente. Si esto se hace con los bienes terrenales ¿por qué no cuidar entonces, el tesoro más preciado como es el de la salvación? El Señor nos invita a hacer tesoros en el cielo, donde la polilla ni el óxido carcomen, porque donde está nuestro tesoro, también estará nuestro corazón (Mt. 6:19-21). Si perseveramos y custodiamos lo que ya hemos alcanzado, quiere decir que estamos cosechando e invirtiendo aún más en el reino celestial y eso es lo que el Señor espera de sus hijos. Hemos sido rescatados del fuego eterno, una salvación tan grande no se puede despreciar; pero si se ha caído, o se está alejado, hay que recordar el primer amor; arrepentirse y volver a practicar lo que se hacía al principio, lo que nos enamoró del Señor (vv. 4-5).

Hay promesas valiosas para el que es fiel y persiste: “Le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (v. 7b); “Yo te daré la corona de la vida” (v. 10c); “Al que salga vencedor le daré del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que solo conoce el que lo recibe” (v. 17b); “Le daré autoridad sobre las naciones” (v. 28); “También le daré la estrella de la mañana” (v. 28). ¡Qué hermoso será ese día, al lado de nuestro amado Señor gozando de tantos privilegios!


Si no has ahorrado para la alcancía del cielo, nunca es tarde para empezar; poco a poco se puede ir guardando todo bajo su custodia y al final verás que fue importante la inversión. Por eso te invito a entregarle tu corazón al Señor Jesucristo, Él quiere que transformes tu vida en el mayor tesoro: tu salvación. Si es tu deseo, podemos orarle así:


Amado Jesús: Yo te necesito. Soy pecador y te pido perdón por ello. Ven a mi vida; te acepto como mi Señor y Salvador personal. Enséñame a llevar una existencia recta, acumulando cada día más riqueza en las arcas de la vida eterna que me ofreces. Amén.


Un abrazo y bendiciones.