viernes, 31 de julio de 2009

¿Pueden dos caminar juntos sin antes ponerse de acuerdo?

¿Pueden dos caminar juntos sin antes ponerse de acuerdo?

Amós 3:3.

Considero que lo primero sería preguntarnos ¿con quién quiero estar de acuerdo? Teniendo en cuenta su Palabra, seguro que responderíamos sin vacilar: “con Dios”. Deseamos estar de acuerdo con Dios, sin embargo, no le obedecemos. A veces, la misma instrucción, inteligencia y conocimiento nos hacen contradecir los preceptos cristianos y sin darnos cuenta, empezamos a fallarle a nuestro Dios.

A pesar de Salomón haberlo tenido todo y de haber sido el más sabio entre los hombres, en su vejez le falló a Dios y su sapiencia quedó por el suelo al haberse involucrado con mujeres, de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: “no se unan a ellas, ni ellas a ustedes, porque de seguro les desviarán el corazón para que sigan a otros dioses” (1ª. Reyes 11:2). Tal cual el Señor lo había pronosticado sucedió y las consecuencias para el reino fueron nefastas (1ª. Reyes 11:14-40).

¿No sé por qué nos cuesta tanto la obediencia? Pienso que tenemos tan arraigado este primer pecado de la humanidad, que aún en nuestro tiempo, sigue haciendo estragos. Si analizamos, prácticamente todo pecado se deriva de la desobediencia: simplemente nos cuesta acatar los mandatos que Dios nos dejó para llevar una vida de mejor calidad.

Efesios 5:16 nos dice que tengamos cuidado en la manera de vivir; no viviendo como necios sino como sabios, entendiendo cuál es la voluntad del Señor. Entonces, debemos andar con cautela. Por ejemplo: un matrimonio debe tener principios básicos y claros. La pareja como tal, no necesita estar completamente de acuerdo en todas sus apreciaciones pero en lo fundamental. Pablo amonestó a los corintios con estas palabras “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2ª. Corintios 6:14 Versión Reina Valera).

Con frecuencia creemos que todos estos mandatos son cursilería, pero si Dios lo ha dicho es por algo. Simplemente Él quiere evitarnos dolores de cabeza. Ahí mismo en ese capítulo, Pablo hace otros cuestionamientos para que los analicemos: ¿Qué comunión puede tener la justicia con la maldad? ¿La luz con la oscuridad? ¿Qué armonía Cristo con el diablo? (2ª. Corintios 6:14b-15). Quizá podemos pensar que todos los casos no son iguales y esto es cierto; estoy de acuerdo, toda regla tiene su excepción. Si nos atenemos a ésta, sería un 99 contra un uno por ciento. Si consideras que puedes estar en ese uno, ¡adelante! Quizá Salomón también lo pensó de esa manera y a pesar de eso, cayó.

Reflexionemos sobre el manual que Dios nos dejó para lograr una mejor vida. Todo lo que Él espera de nosotros y sus advertencias se encuentran en su bendita Palabra. Si oyes hoy su voz, no endurezcas tu corazón (Salmo 95:8).

Un abrazo y bendiciones.

jueves, 30 de julio de 2009

Predica la Palabra

Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar

2ª. Timoteo 4:2.

A los cristianos se nos ha encomendado una misión dada directamente por el Señor Jesucristo en Mateo 28 “Por tanto vayan y hagan discípulos”. Discípulos de Cristo, cuyo reino no es de este mundo; eso quiere decir que como hijos de Dios, tenemos una ciudadanía extra, la mejor: la patria celestial. En resumen, aquí somos embajadores de Cristo (2ª. Corintios 5:20). ¿Quién es un embajador? El Diccionario Larousse define al embajador como el representante de un Estado. Representa a la persona misma del jefe del Estado que lo envía.

Entonces, nuestra misión como embajadores del Rey de reyes es dar a conocer esa patria celestial. Jesús se presenta como el que proclama el reino de Dios y debemos proclamar pública y abiertamente la actividad redentora de Dios en Jesucristo y por medio de Jesucristo.

Evangelizar es llevar el mensaje; predicar la Palabra para que otros la escuchen y también entren a formar parte de ese nuevo reino, de la patria celestial que nos espera. Como buenos embajadores tenemos que darla a conocer, promocionarla, informar sobre su belleza, su herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable (hebreos 1:4). Somos herederos de la Nueva Jerusalén, la ciudad ataviada con oro y piedras preciosas, “preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido” (Apocalipsis 21:2), para recibir al Rey.

Hace años cantábamos el siguiente coro “Jerusalén, Jerusalén, que bonita eres; calles de oro, mar de cristal. ¡Por esas calles yo voy a caminar!”. En mi memoria siempre ha perdurado esta canción, meditando y preguntándome ¿cómo será tanta belleza? Ahora que nuestra niña llegó de Canadá y nos cuenta sobre la tranquilidad, el orden, la paz que se respira allí y de sus hermosas casas que no son casas sino mansiones, ella me decía entusiasmada porque desearía vivir en ese país: “mami, es todo como tú quieres”. Si eso es lo terrenal, ¿cómo será la Jerusalén descrita en apocalipsis 21 y de la cual somos herederos?

Por eso no debemos callar; debemos ser persistentes y hacerlo a tiempo y a destiempo. Contra viento y marea. Muchos son los que están esperando escuchar noticias buenas y agradables; son otros tantos los que van por mal camino derecho a la perdición y no podemos quedarnos inermes. Como Pedro y Juan “nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20). ¡Ay de mí si no predico el evangelio! Clama Pablo en 1ª.Corintios 9:16. Mi deseo es que ese sea el sentir de todos. El Señor Jesús nos permita compartir con otros la herencia de nuestra patria celestial.

Un abrazo y bendiciones.

miércoles, 29 de julio de 2009

Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad

Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones

Proverbios 29:17.

Es responsabilidad de los padres educar a los hijos bajo los parámetros de Dios. A través de toda la Biblia se nos exhorta a cumplir este mandato. El primer ministerio nos corresponde realizarlo en casa con nuestros hijos “porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1ª. Timoteo 3:5).

Siempre he pensado que tener hijos no es tan fácil. No por el parto ni los achaques del embarazo; eso sería lo de menos. Lo difícil es la responsabilidad tan grande que se tiene delante de Dios, para criarlos con sabiduría en el temor de Él. Levantarlos y dejarlos ya hombrecitos y mujercitas que sepan conducirse en este mundo agitado y cada vez más desordenado, no es tarea fácil.

La educación de los hijos, como decía mi madre es un “tire y afloje”. No se puede ser tan benevolente y elástico en especial cuando los niños están en sus primeros años, porque ellos son sagaces y nos cogen delantera. “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará” (Proverbios 22:6); pero tampoco Dios nos llama a ser tiranos y crueles; debemos manejar un equilibrio exacto pidiendo en todo momento la sabiduría y el discernimiento de Dios “y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos” dice Efesios 6:4 y más adelante “No exasperen a sus hijos” en Colosenses 3:21. ¿Será que la cantaleta de nosotras como mujeres ayuda?

Algo importante, que sucede a menudo en hogares cristianos es taparles a nuestros hijos el mundo. Con frecuencia se cae en el error de volvernos fanáticos y resulta que todo lo que hacen se nos convierte en “pecado”. Cuando ellos crezcan y tengan la oportunidad de ver otras cosas se nos van a descarriar por completo por haberlos tenido tan restringidos.

El amor y la disciplina son las bases de una buena educación. El padre que ama a su hijo lo corrige. “La vara de la disciplina imparte sabiduría” (Proverbios 29:15). Actualmente se dice que un padre no puede pegarle a su hijo porque según los analistas modernos y psicólogos los niños y jóvenes se frustran. No comparto para nada esta teoría; es como decirle a Dios, “tú no supiste lo que nos estabas mandando” “te faltó inteligencia para decirnos como criar hijos”. Si de hijos no sabe Dios que es nuestro Padre Celestial, ¿quién puede saberlo? Entonces, “no dejes de disciplinar al joven que de unos buenos azotes no se morirá” (Proverbios 23: 13). “Unos buenos”, no para matarlo y descargar toda la ira en ellos, porque entonces, este castigo no conduciría a nada útil; al contrario creará en los niños y jóvenes más rebeldía, resentimiento y complejo de culpa. La corrección debe hacerse en amor y explicándole al niño porqué se le castiga. Desafortunadamente, como padres cometemos muchos errores en la educación de nuestros hijos, damos largas y largas y cuando ya reaccionamos, descargamos toda la furia sin tener en cuenta que fuimos nosotros los primeros en fallar.

Señor: Te pedimos nos enseñes a corregir a nuestros hijos como tú lo haces con nosotros. Llénanos del amor, la misericordia y el razonamiento necesario para que ellos entiendan que lo hacemos porque son importantes en nuestra vida. Danos sabiduría para guiarlos, aconsejarlos y llevarlos a tus píes para que más tarde sean personas de bien, útiles a la sociedad. En tu nombre Jesús, amén.

Recordemos que educar a los hijos es un deber y derecho que compete a todos los padres por igual.

Un abrazo y bendiciones.

martes, 28 de julio de 2009

Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado

Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad

2ª. Timoteo 2:15.

¿Cómo nos podemos presentar ante Dios aprobados? Seguro, que si una persona se acerca a una empresa para buscar trabajo, se irá con sus mejores trajes; hablará con cordura y sinceridad; mostrará sus mejores dotes, en aras de ser aprobado y alcanzar su ocupación. Si esto es para el mundo, ¿por qué nos cuesta hacerlo para Dios? El obrero que trabaja para su jefe debe ser responsable, honrado, obediente, diligente, veraz. Con estas virtudes debemos presentarnos ante nuestro gran Rey y Amo.

El Señor nos exige lo excelente, recordemos que Él desea una Iglesia sin arruga y sin mancha y cada uno de los cristianos hacemos parte de esa Iglesia. Así que presentémonos con nuestras mejores galas, vestidos de lino fino y resplandeciente, esmerándonos por seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, con corazón limpio, hablando con amabilidad y dispuestos a enseñar a otros con humildad (versos 22-24).

Nuestra obligación es tener la disposición de trabajar para la obra redentora de Dios, mostrándonos ante Él en actitud de sumisión y obediencia. “La cosecha es abundante, pero son poco los obreros” (Mateo 9:37). Dios está llamando a sus hijos para utilizarlos en su siega. “¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura” (Juan 4:35).

Debemos poseer la disposición para decirle: “Aquí estoy Señor. ¡Envíame a mí!” (Isaías 6:8). ¡Utilízame! quiero ser un instrumento en tus manos. Deseo agradarte a ti y no al mundo. Quiero presentarme como obrero digno, que no tiene porqué avergonzarse. Presentaré tu Palabra rectamente porque “no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Romanos 1:16), y deseo que muchos crean tu mensaje de amor para alcanzar la vida eterna que un día me ofreciste a mí.

Un abrazo y bendiciones.

lunes, 27 de julio de 2009

Regocíjense en el Señor su Dios

Alégrense, hijos de Sión, regocíjense en el Señor su Dios, que a su tiempo les dará las lluvias de otoño. Les enviará la lluvia, la de otoño y la de primavera, como en tiempos pasados

Joel 2:23.

A través de Joel como en toda la Escritura Dios nos dice “no temas”. La Biblia nos reconforta y alienta en todo momento. Como Dios omnisciente sabe que los tiempos son difíciles y precisamente, los cristianos, tenemos que aprender a confiar en Él y en su Palabra, alegrándonos porque nos promete mandarnos a su tiempo las lluvias necesarias.

No debemos permitir que Satán nos invada con pensamientos negativos; a pesar de las dificultades Dios está en medio cuidando de nosotros. Alegrémonos y regocijémonos, alabando al Señor por su grandeza, su amor y fidelidad. Los tiempos que vienen para los creyentes, serán aún mejores que los de antaño. ¡Gloria a Dios!

“Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes, las pequeñas, las larvas y las orugas. Ustedes comerán en abundancia hasta saciarse, y alabarán el nombre del Señor su Dios, que hará maravillas por ustedes. ¡Nunca más será avergonzado mi pueblo!” versículos 25-26.

Esta pudo o puede ser la situación de tantos. Lo maravilloso es que nuestro Dios, no se queda quieto, mirándonos hundir. Nos llama y exhorta en todo momento pidiéndonos que rasguemos el corazón y nos volvamos a Él que es compasivo y bondadoso, lento para la ira y lleno de amor (verso 13), y su respuesta no se hará esperar. Confiemos pues en su benevolencia y sigamos adelante.

Señor y Dios: hoy queremos rasgar nuestro corazón ante ti que eres compasivo y misericordioso. Venimos con corazón humilde a pedirte perdón por los pecados cometidos. Gracias por perdonarnos; nos regocijamos y alegramos en ti Señor Jesús, quien fuiste capaz de pisotear a Satanás y le exigimos a él con la autoridad que nos ha dado nuestro Padre Celestial y por la gracia tuya, que nos devuelva todo lo que la langosta, la oruga y la larva nos arrebató. Gracias Señor por tu poder y porque tu Palabra nos afirma que mandarás lluvias torrenciales de bendición de tal manera que tus maravillas se verán por doquier. Nosotros lo creemos así, lo aceptamos, lo declaramos y lo confesamos. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.